Leishmaniosis canina: causas, cómo se transmite y por dónde se distribuye

La leishmaniosis canina es una enfermedad infecciosa causada por el parásito Leishmania infantum.  La principal vía de transmisión de este parásito es a través de la picadura de un grupo de mosquitos llamados flebotomos. Hay descritas otras vías de transmisión aunque son muchísimo menos frecuentes (venérea, por mordeduras de perro a perro, a través de transfusiones de sangre o a través de la placenta).

La incidencia de la enfermedad en nuestro país varía de unas zonas a otras dependiendo de factores ambientales como la temperatura, humedad y situación geográfica.  Así donde más frecuente es la enfermedad es en toda la cuenca mediterránea, Madrid, Castilla La Mancha, Extremadura y Orense. En la cornisa cantábrica la incidencia es prácticamente nula, aunque es posible que con el cambio climático esto pueda cambiar en el futuro al poder ocupar el mosquito transmisor de la enfermedad nuevas zonas geográficas.

¿Cómo puedes notar que tu perro tiene leishmaniosis?

Las manifestaciones clínicas de la enfermedad pueden ser muy variadas. Así podemos tener signos generales, lesiones dermatológicas,  oculares u otras. Entre los signos generales podemos observar cómo nuestro perro pierde peso comiendo lo mismo o con el apetito disminuido, apatía, vómitos, diarrea, fiebre, aumento de tamaño de los ganglios linfáticos, aumento en el consumo de agua y en la cantidad de pis, palidez de mucosas. Respecto a las lesiones en la piel puede haber caída de pelo con aparición de calvas, presencia de bultos en la piel, mal estado del pelo y uñas, excesiva descamación. En los ojos puede aparecer excesivo lagrimeo, pelados alrededor de los ojos, párpados inflamados o inflamaciones dentro del ojo con apariencia de ojo azul. Otras manifestaciones que puedes notar son sangrados por la nariz o cojeras.

¿Cómo puede tu veterinario diagnosticar la enfermedad?

Además de un examen físico completo donde puede encontrar algunos de los signos que hemos comentado previamente, tomará una muestra de sangre y en ocasiones de orina. En un análisis de sangre básico se puede encontrar una anemia, subidas o bajadas de los glóbulos blancos, aumentos en las proteínas y en ocasiones también descensos en las plaquetas. Una de las principales complicaciones que podemos encontrar son lesiones en el riñón y/o hígado que también se pueden observar en cambios en ciertos parámetros sanguíneos y urinarios. Una vez detectados estos cambios en un análisis general se necesitan hacer pruebas adicionales para confirmar que es la leishmania la responsable de todas estas alteraciones. Estas pruebas pueden consistir en la detección de anticuerpos (proteínas que forma el sistema inmunitario para luchar contra agentes externos), técnicas de biología molecular que lo que van a detectar es directamente la presencia del parásito y pueden además cuantificar su número, citologías donde podremos observar directamente la leishmania al microscopio y en ocasiones biopsias de tejidos que pueden necesitar técnicas inmunohistoquímicas para visualizar su presencia en un tejido.

Un aspecto muy importante a destacar en esta enfermedad es que hay un gran número de perros que pueden dar positivos en los test diagnósticos pero no están enfermos  y muchos de ellos nunca llegarán a estarlo, aunque eventualmente una bajada de defensas puede hacer que la enfermedad se desarrolle en algunos casos. No es lo mismo positivo que enfermo. Algunos perros positivos pueden estar sanos. Esto es debido a la fuerte relación que existe entre esta enfermedad y el sistema inmunitario del paciente. Hay perros que de modo innato desarrollan un tipo de respuesta inmunitaria que les hace resistentes a la enfermedad y aunque tengan contacto con el parásito nunca van a enfermar.

El tratamiento de la enfermedad y el pronóstico van a variar en función de los síntomas clínicos que presente el animal, de las alteraciones analíticas que presente y de si presenta complicaciones, la más habitual enfermedad renal.

¿Qué medidas de prevención puedo hacer en mi perro?

  • Aplicación de repelentes: se utilizan en perros que viven en zonas endémicas o que van a viajar a zonas endémicas y consiste en la aplicación de insecticidas tópicos de larga acción que se colocan en la piel del perro en forma de collar o pipeta en los períodos del año en los que el mosquito tiene actividad para prevenir que piquen a nuestra mascota y por lo tanto potencialmente transmitir el parásito. Si vamos a viajar a zonas endémicas las pipetas se deben de aplicar dos días antes y los collares al menos 1-2 semanas antes. Los repelentes reducen el riesgo de infección pero no previenen la aparición de signos clínicos una vez que el perro ha sido infectado.
  • Vacunación: es de especial interés para perros que viven en zonas endémicas. No previenen la infección pero sí reducen el riesgo de progresión de la enfermedad y la probabilidad de desarrollar signos clínicos. Sólo se deben de aplicar a perros que previamente hayan dado negativo a un test serológico en sangre.
  • Potenciar la respuesta inmunitaria del perro: existe algún producto que podemos utilizar tanto como tratamiento como prevención cuya función es potenciar el tipo de respuesta inmunitaria que protege a nuestra mascota de esta enfermedad.
  • Test serológicos: en perros que viven en zonas endémicas se deberían de realizar al menos dos veces al año test serológicos para detectar de modo temprano la enfermedad y así poder instaurar un tratamiento adecuado a cada caso de modo precoz. Para perros que no viven en estas zonas pero que hacen viajes habitualmente también puede tener interés la realización de estas pruebas.

Según el modo de vida de nuestra mascota, la zona geográfica donde viva y su historial de viajes podemos instaurar todas las medidas de prevención o sólo algunas. No olvides consultar a tú veterinario ante cualquier duda.